Cuatro victorias, dos segundos puestos, diez Top-10 y un solo corte no superado en los veinte torneos que ha disputado. Victoria en Augusta y segundo en el Open. Números que están en la estratosfera y que solo puede decir él.
La magnitud de lo que está haciendo Jon Rahm se pondrá en valor con el tiempo porque es tan demencial que empieza a ser habitual no valorar lo suficiente lo que está haciendo en el golf el de Barrika. La temporada del golfista vasco está a la altura del mejor Tiger Woods y eso son palabras mayores.
La victoria en Augusta ilumina con fuerza un año que no va a olvidar jamás. El segundo ‘major’ en su cuenta personal llegó con una exhibición magistral y enseñando al mundo que bajo máxima presión es cuando se siente como pez en el agua. Ese domingo diciéndole a Brooks Koepka ‘no tienes absolutamente nada que hacer’ es ya historia del golf español.
Por si fuera poco llegó la Ryder Cup y Jon se echó el equipo a la espalda. Capital en la paliza de Europa frente a Estados Unidos. Ganó tres puntos de los cuatro que disputó (otros dos empates) y precisamente ante la mirada de Koekpa, anotó dos eagles en los tres últimos hoyos para rescatar medio punto que estaba perdido y hundir las pocas esperanzas que les quedaban a los americanos. Su sonrisa socarrona al embocar ese último putt es la sonrisa de alguien que sabe que está a otro nivel.
Ya lo dijo hace dos meses en una entrevista en la CBS. “El golf va de yo compitiendo contra mí mismo y apuesto por mí todas las veces”. Ese es el nivel de confianza en el que se mueve desde que se hizo profesional en 2017 y los resultados le dan la razón. Si hay que apostar, apostemos por Jon.