Se imaginan ir seis golpes por debajo del par del campo habiendo jugado 17 hoyos en la primera vuelta del Open de tu país e ir completamente encendido. Pues ese es Jon Rahm y de ahí su grandeza. “Me enfado porque me importa y es algo bueno que me importe”. Esta frase la repite el de Barrika de cuando en cuando y define su personalidad a la perfección cuando sale a competir. Suerte para él y para el público que se dio cita en el green del hoyo 8 (17 en su vuelta) que la sonrisa volvió al rostro de Jon. El de Barrika embocó una bola imposible. Con un stance terrible, haciendo equilibrismo para no caerse y la bandera recibiendo cuesta abajo. Era o dentro del hoyo o fuera de green y salió cara. Éxtasis total del público y carcajadas de Rahm sin dar crédito. Hubo hasta gritos de torero. Una auténtica locura.
Es muy difícil jugar mejor al golf de lo que lo hizo el español en sus nueve primeros hoyos. Tan difícil que hasta él mismo reconoció tras su gran vuelta de 64 golpes que “ojalá jugará al golf toda mi vida como en los nueve primeros de hoy”. Un recital espectacular que consistió en abonarse al centro de la calle en absolutamente todos los hoyos. Con su distancia este campo se le queda pequeño si va al fairway y lo volvió demostrar. El mejor ejemplo fue cuando cazó la calle del 14 (5 de su vuelta) y su caddie Adam Hayes le cantó 159 yardas a bandera. Si tienes 159 yardas al trapo en un par 5 evidentemente eso es un regalo navideño para Rahm. Putt de mucho mérito de unos 6 metros con mucha caída de los que no han querido entrar durante toda la temporada. Fue un -5 en 9 y pudo ir más bajo porque varios putts se escaparon por poco.
Es el gran embajador del golf en nuestro país y en los dos hoyos donde más público se concentra porque hay gradas supletorias dio espectáculo del bueno. La gente viene aquí a verle, él lo sabe y él responde. Su golpe en el 17, par 3 con el green más pequeño del campo dejándola dada fue maravilloso. Y en el 18 más de lo mismo. Un pelotazo salvaje desde el tee que provocó varias exclamaciones por parte de la grada porque pasó los dos bunkers de calle que protegen ese hoyo por mucho. Acabó embocando el putt de birdie en el 18 para firmar ese -5 en 9.
La segunda vuelta fue otra historia completamente distinta. De partir la calle a no coger pista en ningún hoyo. Y la frustración se fue apoderando de él porque hasta en tres ocasiones los árboles le jugaron una mala pasada. Especialmente doloroso fue el hoyo 1 (10 de su vuelta). La bola se quedó justo detrás de un tronco. Bogey inevitable. Fue la única mancha del vasco en toda la vuelta y tiene hasta justificación. Un fotógrafo se llevó un buen rapapolvo de Jon por disparar el gatillo antes de tiempo. La parte positiva de esos malos segundos nueve es lo que pasa siempre con Rahm. Que jugar mal para él es acabar el ‘back nine’ dos bajo par. Surrealista.
La anécdota curiosa de la ronda es que cuando más enfadado estaba el de Barrika apareció un árbitro para darle un toque de atención porque el partido iba lento. “¿Me estás vacilando, no? Hay 10.000 personas siguiéndonos y hemos perdido bola en el hoyo anterior”, le espetó Rahm al juez del DP World Tour con un enfado más que visible. La realidad fue esa porque Adri Arnaus la lanzó a los árboles de la derecha del hoyo 5 y se perdió mucho tiempo buscando esa bola que además para desgracia del catalán no apareció y acabó en doble bogey para él.
Aquella vuelta en Wentworth, destrozando uno de los campos más míticos de Inglaterra, ha despertado a la bestia. Señoras y señores, acomódense los próximos tres días porque el Leon de Barrika ha vuelto y eso es garantía de fuegos artificiales.