Se presentó Jon Rahm en el tee del 1 serio como acostumbra y rodeado de una marabunta de gente como se presume que va a ser habitual el resto de su carrera en suelo español. “El lunes según llegué a Madrid me comí un plato de jamón y una tortilla”, confesó a la tele durante la entrevista que hace el European Tour a los jugadores mientras disputan su vuelta. ¿Cómo no le va a querer la gente? Si Jon pensaba que lo del jueves era increíble, a lo de hoy en el Club de Campo Villa de Madrid no creo que le encuentre calificativo. Y queda el fin de semana…
Tras un comienzo prometedor con birdie al hoyo 2 y opciones en el 1, 3 y 4 una situación inesperada torció su vuelta. En el primer par cinco de su vuelta a un cámara se le deslizó el dedo cuando no debía. Rahm mandó su segundo golpe al bosque con un ‘lie’ terrible con la bola en la tierra metida en un agujero. Pidió alivio pero el árbitro pero se lo denegó. Cómo paró la bola desde esa zona de tierra es para que lo pongan en las escuelas de golf. Hay que tocar la bola perfecta para que se pare. Casi imposible para el resto, rutina para él. Le faltó redondear la hazaña metiendo el putt pero le faltó fuerza.
Ese incidente con el cámara fue el preludio de un día en el que prácticamente todo le salío al revés. Los problemas comenzaron en la secuencia del hoyo 5, 6 y 7. Se le escaparon tres birdies por milímetros y al vasco se le empezó a ver algo contrariado. Los greenes estaban mucho más rápidos que el jueves y a Jon no se le veía nada cómodo. No debe ser nada fácil jugar con esa cantidad de público y tener esa presión de agradar a todo el mundo en cada golpe. En el 9 se dio uno de los pocos respiros del día. Con la grada a reventar, los alrededores del green donde no cabía un alfiler, el mejor del mundo la puso en el sitio y usando el contorno del terreno se dejó un birdie fácil para gozo del personal.
En los segundos nueve ya era más que evidente que Rahm no estaba fino. Falló con el wedge en el 10, se equivocó de palo en el tee del 11 y en el 12 y 13 no encontró la calle con el driver. Hoy la bola no quería hacer su clásico fade, el efecto natural marca de la casa del vasco de izquierda a derecha. Y con todas esas dificultades Jon salía de ese infernal intervalo de cuatro hoyos al par. Por cosas así es el mejor del mundo. Un día malo de Jon es un día bueno de la mayoría de jugadores del circuito europeo.
El eagle del 14 fue el único oasis de felicidad en una de las vueltas más sufridas y donde menos le han salido las cosas a Jon. Y es precisamente eso lo que le tan especial. Con el 67 (-4 en el día) se quedó a un golpe de igualar su peor marca en el Open de España (68) gracias a un birdie en el 18 que se sacó de la nada. En un día aciago le roba cuatro golpes al campo. Su balance total hasta hoy era de -51 en las tres ediciones que ha disputado. Queda todo dicho. Él no juega par 71 o 72, él juega en otra liga a muchos planetas de distancia de los mortales. Y no piensen que es por las amables condiciones que suele presentar el torneo nacional. La temporada pasada en el PGA Tour acabó primero en la media de golpes por ronda del circuito (69,3) y primero en la media de birdies (4,51).
Esta es la razón más poderosa que le convierte en el mejor del mundo. Maneja las vueltas malas como nadie. Sale mañana a un golpe del sorprendente líder Will Besseling en el partido estelar, yo si fuera él no dormiría a pierna suelta. No se recuerda a Jon teniendo dos jornadas seguidas malas. Que se prepare el field que el león de Barrika va a salir enrabietado.